7.01. Helenización gradual de los judíos

Ya se ha mencionado que los judíos radicados en Alejandría poco después de que la ciudad fue fundada, se habían helenizado durante el período del gobierno de los Tolomeos sobre Palestina.

Había Judíos en las principales ciudades del imperio, y aun en Palestina muchas ciudades se habían convertido, era cierto modo, en centros de cultura griega. Los que trataban de cerca a los funcionarios gubernamentales tenían que hablar en griego, y muchos de las clases más encumbradas de Judea, incluso los principales sacerdotes, adoptaron vestimentas y costumbres helenísticas.

La minoría joven creía que eran anticuadas la fe y la moral antiguas, pero la masa popular tendía a desconfiar de las innovaciones. Como reacción surgió un partido conservador que defendía la estricta observancia del judaísmo de acuerdo con la Torah. Esos conservadores llegaron a ser conocidos como los hasidim (jasidim o asideos), es decir los piadosos.

La separación entre estos dos partidos de Judíos -los hasidim y los helenistas- desató un serio conflicto cuando los seléucidas tomaron posesión del país. Onías III, sumo sacerdote de comienzos del período seléucida, sobresalió por su piedad y por defender el judaísmo tradicional contra la tendencia helenizante.

El hermano de Onías, Jasón, un helenizante, sobornó a Antíoco para que lo hiciera sumo sacerdote en lugar de Onías, y entonces comenzó a hacer de Jerusalén una ciudad griega. Pero después de unos pocos años Antíoco vendió el sumo sacerdocio a Menelao, que le pagó un soborno mayor, pero que ni siquiera pertenecía a la tribu sacerdotal sino que era benjamita, por lo que no contaba con la simpatía de la gente.

Las contiendas entre los partidarios de las diferentes facciones en Jerusalén dieron a Antíoco una oportunidad para intervenir. Josefo narra cómo los helenizantes visitaron a Epífanes para exponerle su deseo de adoptar las costumbres helenísticas que él fomentaba, y le pidieron permiso para construir un gimnasio en Jerusalén. Esto fue especialmente ofensivo para los conservadores porque los atletas se ejercitaban desnudos en el gimnasio, a la manera de los griegos.

Pronto los funcionarios del templo estuvieron más interesados en los juegos públicos que en el desempeño de sus sagradas funciones. Los nombres griegos se popularizaron; por ejemplo, Eliaquim se transformó en Alcimo, Josué en Jasón.

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