12.05. Ultimos días de Herodes

Aristóbulo y Alejandro, hijos de Herodes y de Mariamna, su esposa asmonea, habían sido educados en Roma; eran altos, hermosos, y estaban orgullosos de su sangre asmonea. Cuando regresaron a Jerusalén se convirtieron en el blanco de los complots de Salomé,¹ la hermana de Herodes, y de Antípatro, hijo e Herodes.

Como resultado se despertaron las sospechas de Herodes contra estos dos hijos suyos, y finalmente los hizo ejecutar en el año 7 a. C. En ese tiempo también murieron apedreados unos trescientos judíos acusados de simpatizar con ellos. Antípatro continuó su rebelión hasta que, sólo cinco días antes de morir, Herodes ordenó que también fuera ejecutado ese hijo suyo.

A medida que Herodes se aproximaba al fin de su vida, podía enorgullecerse de muchos logros significativos. Dejaba monumentos de gran belleza artística y el comercio y las manufacturas de Palestina estaban en buenas condiciones; pero su pueblo no lo amaba. La gente lo aborrecía por los elevados impuestos que cobraba, por sus actividades paganizantes y sus muchas crueldades.

Cuando enfermó y se propagó la noticia de que no podría curarse, en Jerusalén estalló una alegría incontenible, y una turba derribó el águila de oro -odiado emblema de sus dominadores romanos- que Herodes había colocado a la entrada del templo. Por eso, cuando Herodes sanó, se vengó de muchos de esos frustrados festejadores.

Cuando comprendió que sus últimos días se aproximaban, el anciano rey ordenó a su hermana Salomé que encarcelara en el hipódromo a todos los caudillos judíos y los hiciera matar tan pronto como él muriera, para que toda la nación estuviera de luto cuando le llegara la hora de su muerte. Salomé cumplió con la orden de aprisionarlos, pero más tarde los puso en libertad.

Uno de los últimos actos sanguinarios de Herodes el Grande fue la cruel matanza de los niños de Belén en un vano esfuerzo por destruir al Mesías, el recién nacido Jesús, del cual había oído por los magos del Oriente (Mateo 2:1-18). José y María escaparon con el niño a Egipto, en donde permanecieron hasta que Herodes murió a principios del año 4 a. C.
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¹ Esta Salomé (sin relación alguna con la Salomé Alejandra asmonea, madre de Hircano II) era la abuela de Herodías y, por lo tanto, la bisabuela de la Salomé cuya danza agradó tanto a Herodes Antipas que le entregó la cabeza de Juan el Bautista. Este Herodes -hijo de Herodes el Grande- era el gobernante de Galilea ante quien fue juzgado Jesús.

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