17.07. Vida religiosa judía - Proselitismo
17.06. Vida religiosa judía - Influencia judía
círculos.
También hay algunas pruebas de que la expectativa mesiánica judía hizo un impacto en el mundo gentil. La expectativa de que pronto aparecería un rey-salvador se propagó por todo el mundo antiguo debido, en parte, a que los judíos diseminaban el conocimento del Dios verdadero; en parte, a que las religiones paganas estaban perdiendo su atracción en la mente de los que pensaban, y, en parte, a la continua intranquilidad política que pendía sobre la civilización como una mortaja. Entre los gentiles muchos tenían una comprensión más clara de la esperanza mesiánica que los mismos dirigentes religiosos judíos.
Es evidente que esta esperanza fue pervertida por la gran mayoría. Hubo muchos que la aplicaron a uno u otro de los césares. Un grupo de "sabios" hizo una peregrinación a Italia en la búsqueda del salvador-rey. Inscripciones encontradas en Priene y Halicarnaso aplican un lenguaje mesiánico al emperador Augusto (27 a. C.-14 d. C.). El poeta romano Virgilio confirmaba que la popular esperanza mesiánica se había divulgado mucho, como se advierte en este pasaje de su Egloga:
"Ahora ha llegado la última era del canto de Cumas; la gran sucesión de los siglos comienza ahora. Ahora retorna la virgen, retorna el reinado de Saturno; ahora una nueva generación desciende del alto cielo. Sólo tú, pura Lucina, ¡sonríe por el nacimiento del niño, bajo el cual la progenie de hierro cesará primero; y una raza áurea se levantará por todo el mundo!... Desaparecerá cualquier rasgo duradero de nuestra culpa y se librará la tierra de su continuo terror. El tendrá el don de la vida divina; verá héroes confundidos con dioses, y él mismo será visto por ellos, y regirá un mundo al cual las virtudes de su padre han traído paz" (Egloga IV).
El nítido mesianismo pagano de esta égloga, atribuida por su compositor al oráculo de Cumas, probablemente se originó en los oráculos sibilinos con fuerte influencia judía, que en los días de Virgilio ya eran populares en el mundo romano. Sin duda, el mesianismo judaico de la diáspora influyó, en otras formas en los intelectuales romanos durante la era de Augusto y más tarde. Suetonio, historiador romano, escribió en estos términos: "Se había divulgado por todo el Oriente una antigua y firme creencia, de que en ese tiempo estaban destinados a regir el mundo de los hombres provenientes de Judea. Esta predicción, que se refiere al emperador de Roma, como después resultó ser en realidad, la gente de Judea se la aplicó a sí misma" (Vidas de los césares viii. 4). Otros historiadores antiguos registran una expectativa similar.
17.05. Vida religiosa judía - La diáspora
Los judíos establecían sus sinagogas por dondequiera que iban, y en ellas acogían bien a los gentiles. Hacía ya unos dos siglos que el Antiguo Testamento podía leerse en griego (el idioma internacional de ese tiempo) y era ampliamente estudiado por las clases más educadas. Los judíos y los prosélitos asistían a las grandes festividades religiosas de Jerusalén, especialmente a la pascua, y al volver contaban a otros lo que habían aprendido allí. Aunque los judíos quizá no fueran apreciados por sus vecinos paganos, sin embargo eran respetados, y en general prosperaban más. Sus conceptos morales y sus prácticas eran incomparablemente superiores a los de los paganos. Su vida familiar con frecuencia era un modelo que admiraban los paganos que los rodeaban, los cuales observaban cómo los judíos trataban y criaban a sus hijos, inclusive a los menos promisorios. A pesar de su fracaso de no estar a la altura de los elevados ideales que podrían haber alcanzado, es un hecho innegable, que a pesar de sí mismos, los judíos dieron por todo el mundo un testimonio importante y eficaz del Dios verdadero, Creador y Sustentador de todas las cosas.
Los escritores romanos clásicos muestran que estaban familiarizados con las costumbres judías, aunque no siempre describen esas costumbres con exactitud. Por ejemplo, el poeta Horacio menciona a un amigo quien en broma rehusaba hablar de negocios con él porque era el "trigésimo sábado", y que preguntaba " '¿vas a provocar al judío circunciso?'... 'Yo soy un hermano un poco más débil, uno de los muchos [que tienen escrúpulos religiosos]´" (Sátiras i. 9. 68-73). Aunque evidentemente los judíos no debían hablar de negocios en su día sagrado. Su oscura referencia al "trigésimo sábado" se ha interpretado de diversas maneras; pero ninguna explicación al respecto es plenamente satisfactoria.
Sin embargo, parece que los judíos eran despreciados por muchos por su forma de vivir, y especialmente por sus restricciones en la alimentación y su observancia del sábado. Agustín, uno de los padres de la iglesia, nos informa que el filósofo Séneca se quejaba de que los judíos "proceden inútilmente guardando esos séptimos días, por lo que pierden debido a su ociosidad aproximadamente una séptima parte de su vida" (La ciudad de Dios vi. 11). Juvenal el poeta satírico, escribió: "Algunas que han tenido un padre que reverencia el sábado, no adoran otra cosa sino las nubes y la divinidad de los cielos, y no ven diferencia entre comer carne de cerdo, de la cual se abstuvo su padre, y la carne humana; y con el tiempo practican la circuncisión... Por todo lo cual debía culparse al padre, quien dedicaba cada séptimo día a la ociosidad apartándolo de todas las preocupaciones de la vida" (Sátira 14).
Tácito, el historiador romano presenta con detalles las prácticas religiosas judías; pero con frecuencia entiende mal su origen y significado. "Los judíos -dice- consideran como profano todo lo que nosotros tenemos como sagrado; pero permiten todo lo que nosotros aborrecemos" (Historia v. 4). Afirma que los judíos se abstenían de comer cerdo debido a que recordaban una plaga de escaras que una vez habían sufrido los cerdos. Entendía que sus frecuentes ayunos eran una conmemoración de un hambre prolongada que sufrieron una vez, y creía que su consumo de pan sin levadura era un recuerdo de la prisa con que comieron cuando finalmente consiguieron alimento. Acerca de su observancia del sábado, Tácito explica que los judíos "dicen que al principio eligieron descansar en el séptimo día porque ese día terminaban sus tareas; pero después de un tiempo fueron inducidos por los encantos de la indolencia a dedicar también el séptimo año a la inactividad" (Historia v. 4).
Otros escritores paganos que se refieren a las prácticas judías son Dio Casio, Historia romana xxxvii. 17; César Augusto, citado por Suetonio en Vidas de los césares ii. 776; y Marcial, Epigramas iv. 4.
17.04. Vida religiosa judía - Las escuelas
17.03. Vida religiosa judía - La sinagoga
La sinagoga sirvió, quizá más que ninguna otra institución, para conservar la religión, la cultura y el sentido de la individualidad racial propio de los judíos. La sinagoga nunca fue un lugar de sacrificios como el templo de Jerusalén, y por lo tanto no era considerada como un lugar de culto en su sentido más elevado. En ella se celebraban servicios cada sábado, en los cuales se leían y explicaban la ley y los profetas, lo cual constituía el centro de atención. La sinagoga con frecuencia también servía durante la semana como un tribunal local (Marcos 13: 9), y generalmente como una escuela. En resumen, la sinagoga era un lugar para recibir instrucciones en las Escrituras y para orar. Las comunidades judías existían separadamente en los países extranjeros y se ocupaban de sus propios asuntos civiles y religiosos, sujetas, por supuesto, a la ley del país (Josefo, Antigüedades XIX. 5. 3).
Los sacerdotes no estaban directamente relacionados con la administración de las sinagogas, pues no había sacrificios, aunque se los invitaba con frecuencia para que participaran en los servicios. Los asuntos de cada sinagoga y de la comunidad que comprendía, estaban bajo la supervisión de un consejo de ancianos (Lucas 7: 3-5) o gobernantes (Marcos 5: 22). El magistrado más importante, el presidente de la sinagoga (Lucas 8: 49; 13: 14), presidía durante los servicios o decidía que otros lo hicieran, y nombraba a hombres capaces de la congregación para que oraran, leyeran las Escrituras y exhortaran a los fieles. No había clérigos. Había, por lo menos, un funcionario de menor importancia, el jazzan -equivalente a un diácono de la iglesia cristiana- que tenía a su cargo los deberes más humildes, tales como sacar del arca los rollos de la ley y los profetas y ponerlos de nuevo dentro de ella, y aplicar los castigos corporales decididos por los ancianos.
En diversos lugares de Palestina se pueden ver las ruinas de sinagogas, algunas de las cuales quizá datan del tiempo de Cristo. Las ruinas de la sinagoga de Capernaúm datan del siglo III. Las sinagogas eran rectangulares, y su entrada principal estaba en el extremo sur. Las congregaciones más ricas embellecían sus sinagogas con diversos adornos, como guirnaldas de hojas de parra y racimos de uvas -el símbolo nacional de Israel-, el candelero de siete brazos, un cordero pascual, la vasija de maná y muchos otros objetos y escenas de las Escrituras del Antiguo Testamento. En el salón principal de la sinagoga había un pupitre para la lectura, un asiento para el exhortador y un cofre o arca que contenía los rollos de la ley y los profetas. Había asientos o bancos, por lo menos para los miembros más ricos de la congregación (cf. Sant. 2: 2-3), y los que estaban adelante, cerca del pupitre del lector, eran considerados como "los primeros asientos" (Mateo 23: 6). La congregación, que miraba hacia el arca, estaba dividida en dos grupos: los hombres (de 12 años en adelante) se sentaban a un lado, y las mujeres y los niños (entre 5 y 12 años) se sentaban en el otro, o a veces en un balcón o recinto separado.
La asistencia de los varones era obligatoria en día sábado y en los días festivos, y se consideraba un acto meritorio participar en el servicio que -de acuerdo con las costumbres modernas- indudablemente era largo. Los especialistas difieren en cuanto a los detalles de los servicios celebrados en las sinagogas en el siglo I a. C., y puesto que la mayoría de los documentos disponibles son escritos rabínicos, es difícil saber con certeza cuánto de eso se aplica al período anterior al 70 d. C. Sin embargo, el siguiente esquema quizá se aproxime mucho al orden de los servicios de las sinagogas como eran en los días de Jesús y los apóstoles:
1. Recitación al unísono de la shema' -una confesión de fe tomada principalmente de pasajes tales como Deuteronomio 6: 4-9; 11: 13-21; Números 15: 37-41-, antes y después de la cual un miembro de la congregación se situaba frente al arca de la ley para ofrecer en nombre de todos una oración séptuple, cada una de cuyas partes era confirmada con el "¡Amén!" de la congregación. Entre la sexta y la séptima parte de esta oración, si había sacerdotes presentes subían a la plataforma del arca y levantando las manos pronunciaban al unísono la bendición aarónica de Levítico 9: 22 y Números 6: 23-27.
2. La parashah, o lectura de la sección correspondiente de la ley (cf. Hechos 13: 15). La reverencia debida a la ley exigía que el rollo se desenvolviera detrás de una cortina sin que lo viera la congregación. La ley, o sea los cinco libros de Moisés, se leía enteramente en un ciclo de tres años, y una parte estaba designada para cada sábado. Cada una de esas partes estaba dividida en siete secciones que tenían a lo menos tres versículos. Se designaba a un miembro diferente de la congregación para que leyera cada una de esas subdivisiones. Cualquiera que cometiera el menor error era inmediatamente reemplazado por otro. La lectura de la ley era traducida versículo por versículo del hebreo al idioma del pueblo común (arameo en Palestina; ver Nehemías 8: 1-8), y por otra persona, para evitar la posibilidad de que hubiera un error en la traducción exacta del texto de las Escrituras.
3. La haftarah, o lectura de los profetas. El rollo de los profetas -que era considerado menos sagrado que la ley- tenía un solo rodillo y no dos como la ley, y podía ser desenrollado delante de la congregación. No hay ninguna prueba de que hubiera un ciclo u orden para la lectura de los profetas en el tiempo de Cristo. Por lo tanto, quizá el rollo era entregado a la persona designada por el dirigente de la sinagoga para que leyera, y el lector elegía el pasaje. Fue en esta parte del servicio en la que participó Jesús en la sinagoga de Nazaret (Lucas 4: 16-22), cuando después de leer en Isaías 61 presentó ante la gente su misión y autorización profética. El que leía de los profetas era llamado el "despedidor", pues su lectura más sus observaciones y exhortaciones basadas en el pasaje leído constituían la parte final del servicio.
4. La derashah, o "investigación", "estudio", era un sermón generalmente presentado por un miembro de la congregación. El lector de la haftarah, como los que leían de la ley, quedaba en pie mientras leía. Pero el que predicaba el sermón se sentaba en un asiento especial cerca del atril o pupitre de lectura conocido como "cátedra de Moisés" (Mateo 23: 2). Sus observaciones generalmente se basaban en la lectura de los profetas; pero podían incluir también la de la ley. En esas interpretaciones de los mensajes proféticos, la imaginación del orador con frecuencia divagaba mucho, usando paráfrasis, parábolas o leyendas para destacar cómo entendía el mensaje profético. A los visitantes, con frecuencia se los honraba invitándolos a presentar el discurso. Pablo aprovechó más de una vez esa oportunidad (Hechos 13: 14-16; 14: 1; 17: 1-2, 10-11; 18: 4; 19: 8).
5. El sermón era seguido por la bendición. Esta era ofrecida por un sacerdote si estaba presente; de lo contrario, se ofrecía una oración. En algunos lugares se cantaban salmos en el servicio.
En Palestina no sólo había sinagogas para los judíos autóctonos sino también para los judíos que habían nacido en el extranjero, pero habían regresado a la tierra de sus antepasados. Por eso en Jerusalén había, en días de los apóstoles, una sinagoga de "los libertos" (Hechos 6: 9), que quizá eran judíos o descendientes suyos, que una vez habían sido cautivos o esclavos de los romanos, pero más tarde fueron libertados. Esteban disputó con los miembros de esa sinagoga.
También había sinagogas judías en Alejandría, en Antioquía de Siria, en Roma y, sin duda, virtualmente en todas las otras ciudades del imperio, pues Pablo las encontraba no sólo en lugares principales como Corinto, Efeso y Tesalónica, sino también en Salamina de Chipre, Antioquía de Pisidia, Iconio, Berea de Grecia, e indudablemente en muchos otros lugares que no son mencionados.
Fácilmente se puede entender cuánto influían sobre los judíos los servicios de la sinagoga, con su énfasis sobre la ley, el deber y las esperanzas y aspiraciones espirituales. El énfasis puesto en la Torah -la voluntad revelada de Dios- daba a los judíos un carácter ético que los destacaba entre los pueblos del Imperio Romano.
17.02. Vida religiosa judía - Los escribas
Este grupo era llamado en hebreo soferim, "escribas", "escritores"; y en griego γραμματεις [grammateis], literalmente "secretarios" o "amanuenses" (Mateo 7: 29, etc.).
También se los llamaba -y con más exactitud νομικοι [nomikoi]: "intérpretes de la ley" (Lucas 7: 30), y νομοδιδασκαλοι [nomodidaskaloi]: "maestros de las leyes" ("doctores de la ley" en Lucas 5: 17 y 1 Timoteo 1: 7).
Su tarea consistía en estudiar e interpretar las leyes civiles y religiosas, y aplicarlas a los detalles de la vida diaria. Sus dictámenes -semejantes a los de los magistrados actuales de una corte suprema- tenían mucha importancia y se convertían en la base de futuras interpretaciones. Ese conjunto de decisiones constituía la "tradición" contra la cual Jesús se pronunció con tanta frecuencia, y la cual -también con frecuencia- fue acusado de haber violado (Mateo 15: 2-3, 6; Marcos 7: 2, 3, 8, 9).
Algunos escribas notables fueron grandes maestros entre los judíos. En los días de Jesús los escribas eran más influyentes que cualquier otro grupo de dirigentes. Muchos de ellos eran miembros del sanedrín. Algunos escribas aceptaron a Cristo (Mateo 8: 19); pero la mayoría de ellos tenían un profundo prejuicio contra él (Mateo 16: 21). La mayoría eran fariseos.
17.01. Vida religiosa judía - El pueblo común
La vida judía continuó su curso mientras Herodes construía, gastaba dinero, asesinaba, y hasta que finalmente murió. Las esperanzas mesiánicas aumentaban. Los fariseos presentaban con insistencia ante el pueblo un ejemplo de rígido legalismo caracterizado por la estricta observancia del sábado y por reglas rituales de purificación.
En lo que atañe a religión, el pueblo común no estaba atado en nada a la minuciosa observancia de las tradiciones legales como los fariseos. Sin embargo, éstos tenían una influencia considerable y, además, hacían mucho para imponer el tono religioso en la nación. Esto significaba que el tradicionalismo y el ceremonialismo desempeñaban un gran papel en el pensamiento y en la vida religiosa de los judíos.