El resultado de la guerra con los aliados italianos fue una guerra civil implacable entre Sila, afortunado general y paladín del partido aristocrático senatorial, y Mario, caudillo del partido del pueblo. Sila obtuvo la victoria política y la dictadura mediante el poder de la soldadesca. Sin embargo, se retiró después de haber puesto en marcha su programa legislativo que fortalecía en gran manera la autoridad y el poder del senado.
Después de la muerte de Sila en 78, uno de sus oficiales -Pompeyo- se distinguió tanto en el país como en el exterior. Pompeyo fue elegido cónsul junto con Craso en el año 70, e instituyó algunas excelentes reformas; pero dejó en claro que cualquier decisión final de asuntos del Estado no dependería del senado ni de la asamblea, como correspondía en teoría, sino del jefe militar.