16.04. Las sectas del judaísmo - Los herodianos
16.03. Las sectas del judaísmo - Los esenios
Algunas diferencias menores entre los diversos núcleos que dieron origen a los esenios parecen indicar que la secta estuvo dividida en dos grupos, uno de los cuales se caracterizaba por su repudio al matrimonio. En otros asuntos ambas clases de esenios practicaban el separatismo de los fariseos, hasta el punto de apartarse de la sociedad y, por lo tanto, su vida fue virtualmente monástico. No comerciaban, rehusaban tener esclavos, y por lo menos, en cierta medida, rehuían los sacrificios del templo. Se negaban a prestar juramentos, practicaban la comunidad de bienes, participaban de comidas en común con alimentos preparados por sacerdotes-cocineros, vivían separados de los que no eran esenios y se ayudaban fraternal y recíprocamente en los casos de enfermedad y en otras circunstancias adversas. Se vestían de blanco y eran escrupulosamente limpios. En este respecto se destacaba su énfasis en los lavamientos ceremoniales por inmersión, que practicaban diariamente.
Los esenios creían en la preexistencia de las almas, por lo que sostenían un dualismo filosófico y rechazaban la resurrección del cuerpo. En sus enseñanzas había elementos indudablemente derivados del zoroastrismo. La doctrina de los esenios tenía, en ciertos aspectos, algunas características del pitagorismo griego.
Los descubrimientos arqueológicos de Khirbet Qumrán (ver también: Isaìas - Paternidad literaria), en la zona del mar Muerto, despertaron un nuevo interés en esta secta. Se ha difundido mucho ahora entre los eruditos la convicción de que los edificios de Qumrán pertenecían a una comunidad que floreció en el siglo I a. C., y de nuevo, después de un período vacante, en el siglo I d. C.; y que los manuscritos allí encontrados eran una biblioteca esenia. El parecido entre estos documentos -especialmente del Manual de Disciplina y el Comentario de Habacuc- con un tratado descubierto en El Cairo en 1896, que se originó con un grupo conocido como los pactantes de Damasco, ha permitido suponer que ese grupo de Damasco también era esenio.
Esos documentos revelan una afinidad notable con algunos aspectos del cristianismo primitivo, y demuestran una relación más estrecha de la que se había advertido antes entre las enseñanzas de Juan el Bautista y Jesús por un lado, y ciertos elementos del judaísmo por el otro. Señalan que la venida del Mesías -incluso de dos Mesías- era un dogma importante de las creencias en Qumrán. Por lo menos los grupos de Qumrán y de Damasco remontaban su origen hasta un profeta, "el Maestro de justicia". Él había organizado a sus seguidores en un "Nuevo Pacto" (o "Nuevo Testamento") en preparación para el reino mesiánico, y se había visto envuelto en serios conflictos con las autoridades religiosas dominantes entre los judíos.
Mediante la pureza de su vida y su estricta obediencia a la ley, la comunidad de Qumrán se proponía contribuir en la preparación del mundo para el reino venidero. Insistían en que los actos de purificación -como las inmersiones diarias- eran inútiles si no eran precedidos por una limpieza del corazón mediante "un espíritu santo" que ellos creían que Dios les hacía conocer por medio de "su Ungido".
16.02. Las sectas del judaísmo - Los saduceos
No eran antirreligiosos, pero creían que el bienestar de la nación -según ellos lo concebían- no requería que las consideraciones religiosas fueran decisivas en todos los asuntos. Aceptaban la Torah, la Ley, como canónica; pero rechazaban el resto del Antiguo Testamento pues no lo consideraban inspirado, y negaban el valor de la tradición de la cual dependían mucho los fariseos.
Los saduceos no aceptaban la enseñanza de una vida futura, o de ángeles, o de espíritus de cualquier naturaleza, o de una retribución futura, pues declaraban que en la Torah no había declaraciones definidas en cuanto a estos temas (Josefo, Antigüedades xviii. 1. 4; Guerra ii. 8. 14 [164-165; Hechos 23: 8]). Los fariseos confesaban su dependencia de Dios para obtener su ayuda, pero los saduceos dependían de sí mismos. No tenían inconvenientes en hacer alianzas con los extranjeros y en utilizar cualquier otro medio que fuera para el beneficio de la nación.
Como los saduceos representaban la aristocracia judía, no reflejaban el parecer de todo el pueblo. Eran, hasta cierto punto, una reencarnación del partido helenístico que había existido entre los judíos, y contra el cual se habían levantado los hasidim, en tanto que los fariseos eran los descendientes ideológicos de los hasidim.
Los príncipes asmoneos lograron al principio evitar ser partidarios o de los fariseos o de los saduceos; pero admitieron la colaboración de ambos, distribuyendo los cargos públicos y los honores entre los dos grupos. Durante el largo principado de Juan Hircano I, hijo del noble asmoneo Simón, una indiscreción de algunos caudillos de los fariseos inclinó a los asmoneos hacia el lado de los saduceos (Josefo, Antigüedades xiii. 10. 6 [293-296]). Desde entonces la casa asmonea fue más abiertamente helenística, es decir, menos judaica en su política y en sus procedimientos; y la influencia de los saduceos fue cada vez mayor en los asuntos de la nación. Sin embargo, es poco lo que se sabe de los saduceos porque no dejaron ningún libro o escrito.
16.01. Las sectas del judaísmo - Los fariseos
15.02. La vida diaria en Palestina - Vida económica
Un grupo mucho más pequeño de agricultores podía adquirir suficiente tierra como para producir algo más de lo requerido para atender sus necesidades, con lo cual ganaban vendiendo ese excedente a los que no eran agricultores. Esto los colocaba en una posición ventajosa en la agricultura, pues disponían de dinero y de un excedente de semillas para prestar a los agricultores más pobres, y producían lo mercados de comestibles. También había unas pocas propiedades grandes, mayormente en posesión de aristócratas y administradas por mayordomos (cf. Lucas 16: 1).
Junto a esos propietarios, había varias clases de agricultores que trabajaban por contrato: arrendatarios, inquilinos y jornaleros (cf. Mateo 20: 1).
Finalmente, en el escalón económico más bajo estaban los esclavos, que ni eran tan numerosos ni eran tratados tan mal en Palestina como lo eran entre los romanos. Los esclavos de sangre judía eran siervos contratados; es decir, servían durante un lapso fijo de seis años. Sin embargo, los esclavos gentiles se hallaban en otra categoría: eran bienes que pertenecían completamente a sus amos. Por lo general no eran tan bien tratados por sus amos judíos como los esclavos hebreos.
Además de los agricultores, una gran parte de la población se dedicaba a la artesanía. El ideal judío era que cada hombre -no importa cuán encumbrada fuera su posición- debía enseñar un oficio a su hijo. Por la historia sabemos que destacados rabinos de la antigüedad fueron leñadores, zapateros, panaderos, y uno de ellos fue cavador de pozos. Los escritos judíos mencionan unas 40 clases diferentes de artesanos que existían en Palestina durante este período; entre ellos había sastres, constructores, molineros, curtidores, carniceros, lecheros, barberos, lavanderos, joyeros, tejedores, alfareros, toneleros, vidrieros, copistas y pintores. También había pescadores, boticarios, médicos, apicultores, avicultores y pastores. Muchos artesanos no sólo manufacturaban sus productos sino también los vendían directamente; otros se valían de intermediarios.
El comercio era activo no sólo en productos domésticos sino también en artículos importados de otras partes. En realidad, quizá la mitad del comercio de Palestina se hacía con productos extranjeros. Barcos judíos con tripulación judía transportaban una buena parte de las mercaderías de ese comercio. Las actividades comerciales se facilitaban mediante un sistema bancario regular que hacía posible que los comerciantes giraran en cheques manuscritos a cargo de cuentas en ciudades tan distantes como Alejandría o Roma.
Por supuesto, la mayor parte del comercio se efectuaba mediante permutas o con pagos directos al contado. Dos sistemas monetarios eran habituales en Palestina: uno, el romano; y el otro, el griego. Algunas de esas monedas -especialmente los denarios- eran acuñadas por el gobierno romano; otras- como el leptón- eran acuñadas por las autoridades judías. Los procuradores también acuñaban monedas que circulaban en Palestina. La unidad mayor de todas -el talento- no era una moneda, sino una unidad importante, de depósito.
15.01. La vida diaria en Palestina - Vida hogareña
La vida hogareña en Palestina en muchos sentidos era similar a la que hoy existe en las zonas rurales más apartadas del Medio Oriente. Las casas de los campesinos estaban construidas de ladrillos de barro cocido, con piso de tierra apisonada y un techo plano de palos y cañas o ramas que se revocaban con barro.
El interior de la casa estaba frecuentemente dividido en dos partes, en una de las cuales el piso estaba levantado unos 30 cm o más por encima de la otra. Las mujeres hacían su trabajo en el nivel más alto, y la familia dormía quizá en una cama tendida sobre el piso. En el nivel inferior podían permanecer los animales cuando era necesario que estuvieran al abrigo. Allí podían jugar los niños y probablemente se hacían también algunos trabajos. Con frecuencia había una escalera en la casa que llevaba hasta el techo, y allí la familia podía dormir en el verano.
Por lo general tales casas tenían una abertura que daba a un patio, y frecuentemente se construían juntas varias casas, comunicadas en tal forma que constituían una unidad con un patio común en el centro. Cuando el tiempo era bueno, muchas actividades domésticas se realizaban en este lugar. Ese tipo de edificaciones a menudo eran muy dañadas -y hasta podían ser completamente destruidas- por las lluvias y las inundaciones.
Por supuesto, quienes estaban en una mejor posición, construían casas más sólidas y más cómodas. Eran más grandes y algunas veces tenían dos pisos. Generalmente las habitaciones rodeaban un patio central. Las mejores casas estaban construidas de piedras escuadradas.
En comparación con lo que se acostumbra hoy día, el mobiliario era sencillo aun en los hogares de los más pudientes. La gente por lo general se sentaba sobre esteras en el piso, y en sus habitaciones comúnmente había apenas un baúl o dos, una cama que se desplegaba en el piso y algunas mesitas. El alumbrado nocturno consistía en lamparitas de aceite hechas de arcilla. El fuego era de leña o de carbón de leña, en un hoyo en el piso de tierra en las casas más pobres, o en un brasero en las casas de los más acomodados.
El nivel social de las mujeres entre los judíos era relativamente más elevado que el de las mujeres de los otros países de la zona, pero no se comparaba con el de las de Roma. Disfrutaban de una posición de respeto e influencia que trascendía sus derechos legales. El relato de Ester y el de Judit describen mujeres que salvaron a su pueblo.
Los contratos matrimoniales de los judíos parece que ya en ese tiempo protegían la propiedad de las mujeres, y por una escritura de venta descubierta hace algunos años se ha podido deducir que las mujeres tenían ciertos derechos legales sobre las propiedades de sus esposos. Esa escritura, fechada "en el año 3 de la libertad de Israel" (134 d. C.), registra la venta de una casa por un tal Jadar hijo de Judá. Al final de la escritura se lee: "Además yo, Shalom hija de Simeón la e[sposa del] ya mencionado Jadar, no puedo levantar objeciones a la venta de la casa mencionada ["Para siemp]re... para siempre" (S. Abramson y H. L. Ginsberg, "On the Aramic Deed of Sale of the Third Year of the Second Jewish Revolt", Bulletin of the American Schools of Oriental Research, N.º 136 [diciembre, 1954], p. 19).
La vestidura de los palestinos era holgada y relativamente sencilla. La prenda básica de hombres y mujeres era una túnica, χιτων [chiton] (Mateo 5: 40; 10: 10), que, por lo menos en el caso de los hombres, podía ser larga o corta. Indudablemente los trabajadores a veces sólo llevaban un taparrabo. Otro estilo de esta ropa interior era el de una tela sencillamente enrollada alrededor del cuerpo, con una de sus extremidades doblada por encima del hombro. A menudo se usaba, aunque no siempre, un cinto de tela o de cuero.
Eran comunes varios tipos de tocados, que incluían sombreros tanto de paja como de fieltro; pero parece que lo más usual entre los judíos era cubrirse la cabeza con una manta (mantilla) muy parecida al chal para orar que todavía se ve en las sinagogas.
Los varones judíos usaban una prenda con flecos (tsitsith) en cada esquina (Números 15: 37-40); en tiempos del NT estos flecos se mostraban en forma conspicua (cf. Mateo 9: 20; 23: 5). En épocas posteriores se los ocultó bajo la ropa.
El tipo más común de calzado eran las sandalias; también se conocían los zapatos de cuero.
La prenda de vestir más importante era el ιματιον [himation] ("manto", Mateo 9: 21; "capa", Marcos 13: 16; "vestidura" Hebreos 1:11), que era una larga capa sin mangas o un sobretodo. Esta última forma era por lo general el distintivo de los funcionarios y sacerdotes, quienes con frecuencia usaban un manto amplio con mangas largas (cf. Mateo 23: 5).
La vestidura de las mujeres se asemejaba mucho a la de los hombres, con la excepción que la de aquéllas sin duda tenia más colores y su tocado consistía de un velo sostenido con una cinta alrededor de la cabeza. Con frecuencia se adornaban con sartas de monedas y también usaban aros (aretes) en las orejas y en la nariz.
Los hombres romanos por lo general usaban el cabello corto y se afeitaban el rostro; pero parece que los judíos de Palestina por lo general usaban el cabello largo y se dejaban crecer la barba.
14.06. Decápolis
Originalmente esas ciudades fueron diez, por lo que se dio el nombre de Decápolis -"diez ciudades"- a ese distrito.
14.05. Otras zonas gobernadas por Herodes
14.04. Perea
Perea estaba al este del río Jordán, frente a Samaria y al norte de Judea, y comprendía la antigua tierra de Rubén y Gad.
Entre sus características naturales se destacaban el monte Nebo y el arroyo Jaboc.
En la antigüedad esa zona había sido una tierra de pastoreo, y aún en tiempos de Cristo seguía alimentando rebaños de vacunos y ovinos.