17.01. Vida religiosa judía - El pueblo común

Aunque las sectas del judaísmo fueron importantes en la vida de la nación, representaban sólo un fragmento de la población judía del siglo I d. C. La mayoría de la gente desconocía los detalles de la ley que tanto interesaban a los fariseos, esenios y zelotes, y tampoco se sentía atraída por la sofisticación de los saduceos. Esas masas incultas eran conocidas en hebreo como 'am ha'árets, "gente de la tierra".

Los fariseos los despreciaban debido a su ignorancia y su descuido en el pago del diezmo y con las purificaciones rituales; y por esa razón creían que estaban bajo una maldición:

"¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes, o de los fariseos? Mas esta gente que no sabe la ley, maldita es" (Juan 7: 48, 49).

Jesús y sus discípulos hicieron buena parte de su obra entre esa gente, y seguramente -tal vez con frecuencia- se los clasificaba con ellos:

"Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores... Entonces se acercaron a Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo: ¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? Porque no se lavan las manos cuando comen pan... Y se maravillaban los judíos, diciendo: ¿Cómo sabe éste letras, sin haber estudiado?" (Mateo 11: 19; 15: 1-2; Juan 7: 15).

El hecho de que el 'am ha'árets descuidara las restricciones rituales y ceremoniales no significaba, sin embargo, que necesariamente no sentía deseos de Dios, y sin duda esa gente formaba la mayoría de los que oían a Cristo "de buena gana" (Marcos 12: 37).

La vida judía continuó su curso mientras Herodes construía, gastaba dinero, asesinaba, y hasta que finalmente murió. Las esperanzas mesiánicas aumentaban. Los fariseos presentaban con insistencia ante el pueblo un ejemplo de rígido legalismo caracterizado por la estricta observancia del sábado y por reglas rituales de purificación.

La rutina de los servicios del templo de Jerusalén continuaba con dignidad y pompa inalterables, mientras que sus atrios estaban llenos de adoradores, mendigos, cambistas de dinero y vendedores de animales para los sacrificios. Miles de peregrinos procedentes de los confines más distantes de Palestina y de todo el mundo, acudían a Jerusalén para las tres fiestas anuales: la pascua y los panes sin levadura, Pentecostés y los tabernáculos.

Los fariseos anhelaban rectitud; el pueblo común, el gozo de la religión; la nación, al Mesías.

En lo que atañe a religión, el pueblo común no estaba atado en nada a la minuciosa observancia de las tradiciones legales como los fariseos. Sin embargo, éstos tenían una influencia considerable y, además, hacían mucho para imponer el tono religioso en la nación. Esto significaba que el tradicionalismo y el ceremonialismo desempeñaban un gran papel en el pensamiento y en la vida religiosa de los judíos.

16.05. Las sectas del judaísmo - Los zelotes

Los zelotes, como los herodianos, perseguían intereses políticos. Hay varias teorías en cuanto a su origen. Algunos creen que provinieron -como los fariseos y los esenios- de los hasidim. Serían, pues, los "piadosos", para quienes la política se convertía en el principal motivo de la religión. Sin embargo, es difícil establecer una relación tal por medio de claras evidencias documentales.

Josefo (Antigüedades xviii. 1. 6) describe una "cuarta secta de filosofía judía" que con frecuencia se ha comparado con los zelotes, aunque también falta una prueba concluyente documental para esta identificación. Josefo atribuye la fundación de esta secta a Judas Galileo (de Gaulanítide), que levantó una revuelta contra los impuestos, quizá después del censo de Quirinio, año 6 d. C. (Hechos, 5: 37).

Josefo informa que en asuntos religiosos estaban de parte de los fariseos; pero que políticamente rehusaban que alguien los gobernara, excepto Dios. Pero no menciona a los zelotes, a lo menos por nombre, hasta el tiempo de la guerra romana (66-70 d. C.), cuando aparecieron como un partido extremista bajo el liderazgo de Juan Gichala (Guerra v. 3. 1). Sin embargo, puesto que él nos informa (Antigüedades xviii.1. 6) que los adictos de la "cuarta secta" fueron particularmente activos durante esa guerra, muy bien podrían ser identificados con los zelotes. Uno de los discípulos de Cristo, Simón (no Pedro), probablemente había pertenecido a los zelotes (Lucas 6: 15; Hechos 1: 13).

16.04. Las sectas del judaísmo - Los herodianos

Los herodianos surgieron después que los grupos mencionados anteriormente, e indudablemente sólo se interesaban en la política.

Poco se sabe de ellos fuera de las 3 referencias incidentales en el Nuevo Testamento:

"Y le enviaron los discípulos de ellos con los herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres" (Mateo 22: 16).

"Y salidos los fariseos, tomaron consejo con los herodianos contra él para destruirle" (Marcos 3: 6).

"Y le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos, para que le sorprendiesen en alguna palabra" (Marcos 12: 13).

Josefo habla de "partidarios de Herodes" (Antigüedades, Libro XIV, cap. 15, pár. 10).

Según parece eran galileos que deseaban que los descendientes de la casa de Herodes gobernaran en Palestina en vez de los extranjeros.

16.03. Las sectas del judaísmo - Los esenios

Los esenios constituían una tercera secta judía. Como los fariseos, parecen haber sido una rama de los hasidim. En realidad, los esenios representaban el extremo conservador del mismo movimiento que dio como resultado el farisaísmo. Los esenios pusieron en práctica los principios más severos de los fariseos.

Algunas diferencias menores entre los diversos núcleos que dieron origen a los esenios parecen indicar que la secta estuvo dividida en dos grupos, uno de los cuales se caracterizaba por su repudio al matrimonio. En otros asuntos ambas clases de esenios practicaban el separatismo de los fariseos, hasta el punto de apartarse de la sociedad y, por lo tanto, su vida fue virtualmente monástico. No comerciaban, rehusaban tener esclavos, y por lo menos, en cierta medida, rehuían los sacrificios del templo. Se negaban a prestar juramentos, practicaban la comunidad de bienes, participaban de comidas en común con alimentos preparados por sacerdotes-cocineros, vivían separados de los que no eran esenios y se ayudaban fraternal y recíprocamente en los casos de enfermedad y en otras circunstancias adversas. Se vestían de blanco y eran escrupulosamente limpios. En este respecto se destacaba su énfasis en los lavamientos ceremoniales por inmersión, que practicaban diariamente.

Los esenios creían en la preexistencia de las almas, por lo que sostenían un dualismo filosófico y rechazaban la resurrección del cuerpo. En sus enseñanzas había elementos indudablemente derivados del zoroastrismo. La doctrina de los esenios tenía, en ciertos aspectos, algunas características del pitagorismo griego.

Los descubrimientos arqueológicos de Khirbet Qumrán (ver también: Isaìas - Paternidad literaria), en la zona del mar Muerto, despertaron un nuevo interés en esta secta. Se ha difundido mucho ahora entre los eruditos la convicción de que los edificios de Qumrán pertenecían a una comunidad que floreció en el siglo I a. C., y de nuevo, después de un período vacante, en el siglo I d. C.; y que los manuscritos allí encontrados eran una biblioteca esenia. El parecido entre estos documentos -especialmente del Manual de Disciplina y el Comentario de Habacuc- con un tratado descubierto en El Cairo en 1896, que se originó con un grupo conocido como los pactantes de Damasco, ha permitido suponer que ese grupo de Damasco también era esenio.

Esos documentos revelan una afinidad notable con algunos aspectos del cristianismo primitivo, y demuestran una relación más estrecha de la que se había advertido antes entre las enseñanzas de Juan el Bautista y Jesús por un lado, y ciertos elementos del judaísmo por el otro. Señalan que la venida del Mesías -incluso de dos Mesías- era un dogma importante de las creencias en Qumrán. Por lo menos los grupos de Qumrán y de Damasco remontaban su origen hasta un profeta, "el Maestro de justicia". Él había organizado a sus seguidores en un "Nuevo Pacto" (o "Nuevo Testamento") en preparación para el reino mesiánico, y se había visto envuelto en serios conflictos con las autoridades religiosas dominantes entre los judíos.

Mediante la pureza de su vida y su estricta obediencia a la ley, la comunidad de Qumrán se proponía contribuir en la preparación del mundo para el reino venidero. Insistían en que los actos de purificación -como las inmersiones diarias- eran inútiles si no eran precedidos por una limpieza del corazón mediante "un espíritu santo" que ellos creían que Dios les hacía conocer por medio de "su Ungido".

Su énfasis en la limpieza espiritual preparatoria para el reino mesiánico, sus lavamientos, sus elevadas normas de ética y su establecimiento en el desierto del jordán, cerca del mar Muerto, se asemejan mucho con el ministerio de Juan el Bautista; y como éste, declaraban que ellos eran el cumplimiento de Isaías 40: 3 "Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios".

Este parecido es tan sorprendente, que es difícil no llegar a la conclusión de que Juan debe haber tenido alguna relación con los esenios. Algunos aspectos de las enseñanzas de los apóstoles Juan y Pablo también encuentran varios ecos paralelos en la literatura de los esenios. Por supuesto, esto no significa que dichos apóstoles tomaron su mensaje evangélico de alguna o algunas enseñanzas de los esenios.

16.02. Las sectas del judaísmo - Los saduceos

No se conoce el significado de este nombre, a menos que derive del nombre de la familia sacerdotal de Sadoc (1 Reyes 2: 35), nombre que probablemente se usó como distintivo común de los diversos exponentes del pensamiento de la aristocracia. Esos exponentes eran los saduceos, que se preocupaban mucho por los intereses seculares de la nación. De modo que los saduceos eran completamente diferentes de los fariseos. El buen éxito material y político logrado por la familia de los Macabeos fue para los saduceos un motivo de honda satisfacción. Sus intereses eran principalmente políticos. Sus propósitos se enfocaban en ese tema. El separatismo era completamente contrario a su perspectiva y sus prácticas.

No eran antirreligiosos, pero creían que el bienestar de la nación -según ellos lo concebían- no requería que las consideraciones religiosas fueran decisivas en todos los asuntos. Aceptaban la Torah, la Ley, como canónica; pero rechazaban el resto del Antiguo Testamento pues no lo consideraban inspirado, y negaban el valor de la tradición de la cual dependían mucho los fariseos.

Los saduceos no aceptaban la enseñanza de una vida futura, o de ángeles, o de espíritus de cualquier naturaleza, o de una retribución futura, pues declaraban que en la Torah no había declaraciones definidas en cuanto a estos temas (Josefo, Antigüedades xviii. 1. 4; Guerra ii. 8. 14 [164-165; Hechos 23: 8]). Los fariseos confesaban su dependencia de Dios para obtener su ayuda, pero los saduceos dependían de sí mismos. No tenían inconvenientes en hacer alianzas con los extranjeros y en utilizar cualquier otro medio que fuera para el beneficio de la nación.

Como los saduceos representaban la aristocracia judía, no reflejaban el parecer de todo el pueblo. Eran, hasta cierto punto, una reencarnación del partido helenístico que había existido entre los judíos, y contra el cual se habían levantado los hasidim, en tanto que los fariseos eran los descendientes ideológicos de los hasidim.

Los príncipes asmoneos lograron al principio evitar ser partidarios o de los fariseos o de los saduceos; pero admitieron la colaboración de ambos, distribuyendo los cargos públicos y los honores entre los dos grupos. Durante el largo principado de Juan Hircano I, hijo del noble asmoneo Simón, una indiscreción de algunos caudillos de los fariseos inclinó a los asmoneos hacia el lado de los saduceos (Josefo, Antigüedades xiii. 10. 6 [293-296]). Desde entonces la casa asmonea fue más abiertamente helenística, es decir, menos judaica en su política y en sus procedimientos; y la influencia de los saduceos fue cada vez mayor en los asuntos de la nación. Sin embargo, es poco lo que se sabe de los saduceos porque no dejaron ningún libro o escrito.

16.01. Las sectas del judaísmo - Los fariseos

La conquista del antiguo Cercano Oriente realizada por Alejandro Magno (331 a.C.) fue seguida por una invasión cultural más permanente del idioma, las costumbres, las ideas y la religión de los griegos. Finalmente, los intentos de Antíoco Epífanes por helenizar a los judíos, es decir, para obligarlos a adoptar la cultura griega, provocaron la más decidida resistencia.

Los judíos, acaudillados por Judas Macabeo y otros miembros de su familia -más tarde conocidos como macabeos o asmoneos-,derrochando heroísmo derrotaron a las fuerzas de Antíoco y lograron su libertad (164 a. C.).

Entre los judíos, especialmente de los más ricos y educados así como entre los que residían más allá de los límites de Palestina, hubo una tendencia gradual a asimilar la cultura griega. Esos judíos eran conocidos como helenistas y constituían el elemento liberal de la sociedad judía. Pero la mayoría de los que vivían en Judea se aferraban tenazmente a las costumbresy a la religión de sus antepasados.
En oposición a las influencias griegas, surgió en Judea un movimiento conservador cuyos miembros tomaron el nombre de hasidim (Heb.  חֲסִידִים  [chasidim]), que significa "los piadosos" o "santos".

Los fariseos, cuyo nombre significa "separatistas", se originaron con los hasidim, y aparecieron por primera vez como un partido político alrededor del año 120 a. C., durante el tiempo de Juan Hircano. Los fariseos eran el partido mayoritario, popular y ortodoxo. Su programa consistía en adherirse rígidamente a la ley y a la multitud de interpretaciones tradicionales de las Escrituras que surgieron en ese tiempo. Insistían en rehuir responsabilidades públicas y deberes cívicos. No se apartaban del bullicio y de la actividad de la vida, pero eran severos jueces de ella y procuraban evitar las relaciones que creían que los contaminaban. Insistían en que dependían de Dios para la conducción del pueblo y que trabajaban en favor de ellos como Dios lo había hecho en lo pasado.

La iglesia y el Estado estaban unidos en Judea, como en todos los gobiernos de ese tiempo. Entre los judíos la religión atañía al Estado de un modo especial. Siempre había sido así desde los días de Moisés y de Samuel hasta David, en cuyo tiempo la clase sacerdotal había llegado a ser diferente de la autoridad civil. Además, la casa de los asmoneos había sido sacerdotal, aunque no provenía directamente del linaje aarónico de sumos sacerdotes. Por lo tanto, Judas, Jonatán y Simón -hijos de Matatías, el viejo sacerdote de Modín- continuaban siendo sacerdotes mientras gobernaban a su país recientemente liberado, pues no había quien tuviera pretensiones mejor fundadas para el cargo del sumo sacerdocio. Pero los fariseos se oponían a esa unión del liderazgo político y religioso; querían separar la religión del tutelaje del Estado, liberar el sumo sacerdocio de complicaciones políticas y alejarse de las actividades cívicas.

Pero era difícil llevar a buen término todos esos esfuerzos, pues para los judíos no había una línea lógica de separación entre la religión y las otras actividades de la vida. Al sacerdocio le incumbía tanto una parte de la vida pública, que no podía librarse de complicaciones políticas. Los fariseos en vez de apartarse de la sociedad -como lo hacían los esenios y más tarde lo hicieron los monjes cristianos- se convertían en partidarios de cualquier caudillo que sostuviera sus puntos de vista. Como estudiantes de la ley constituían la clase de los escribas o teólogos, y, por lo tanto -aunque no pertenecían al común del pueblo-, eran los guías espirituales. Defendían sus creencias con ardor y convicción, y conquistaban numerosos partidarios para sus puntos de vista.

Los fariseos creían en una vida futura; que Dios, en su presencia, daría felicidad a su pueblo, felicidad de la cual sólo podría disfrutar el justo. En ese estado beatífico los buenos recibirían la recompensa de su virtud. Pero los impíos, los que resistían a Dios, los que desobedecían la ley divina, sufrirían para siempre en un lugar de tormentos. Sin embargo, no todos los fariseos estaban de acuerdo en cuanto a los detalles de las recompensas y castigos del futuro, los cuales aguardaban a fieles e infieles. Había muchas variantes en el pensamiento acerca de la vida después de la muerte. Una creencia común entre los fariseos era el concepto de que en un lugar intermedio todas las almas de los muertos aguardaban ser trasladadas, cada una a su destino final. Desde este lugar imaginario, designado como Hades, aquellos que no estaban todavía preparados para entrar en el "seno de Abrahán" (ver Talmud Kiddushin 72a), podían ver la anticipación de sus placeres, mientras que los que aún no habían sido confirmados para un destino impío, podían visualizar la realidad de los horrores que les aguardaban.

Cristo usó en la parábola del rico y Lázaro (Lucas 16: 19-31) las enseñanzas de los fariseos acerca de la vida futura, como un recurso para destacar que uno, mientras vive, debe aprovechar las advertencias y amonestaciones para su bien. Después de su arresto en Jerusalén, Pablo se valió de la creencia de los fariseos en la resurrección para dividir a sus acusadores (Hechos 23: 6-10).
Los fariseos mantenían viva la esperanza mesiánica. El Ungido vendría, restauraría e incrementaría en gran manera la gloria que Israel había tenido durante el reinado de David, y el Mesías gobernaría el mundo. David había sido poderoso y había gobernado con gran influencia en el mundo; pero el Mesías superaría a todos los gobernantes. David había sido sabio y bueno; pero el Mesías sería la justicia personificada, y aunque no lo concebían como a Dios, creían que estaría revestido de poder sobrenatural. Los términos legalismo, nacionalismo y mesianismo podrían usarse para describir la filosofía y los propósitos de los fariseos.

A medida que la casa de los asmoneos adquiría experiencia con el correr del tiempo y los deberes del Estado incluían más y más relaciones internacionales, los gobernantes se hacían menos estrictamente judíos y se caracterizaban más por el mismo helenismo contra el cual se habían sublevado el anciano Matatías y su hijo Judas Macabeo. Esa tendencia aumentó hasta que finalmente prevaleció la política helenizante de la dinastía herodiana.

15.02. La vida diaria en Palestina - Vida económica

La agricultura era básica para la vida en Palestina. La población consistía principalmente de agricultores, dueños de pequeñas propiedades. A esta clase de personas se refirió Jesús cuando habló del "padre de familia"

"El les dijo: Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas" (Mateo 13: 52).

"Pero sabed esto, que si supiese el padre de familia a qué hora el ladrón había de venir, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa" (Lucas 12: 39).

Aunque a veces pudieran contratar empleados, los agricultores, junto con sus mujeres e hijos, hacían la mayor parte de su trabajo arando, sembrando y cosechando. Dependían en gran medida de sus propias cosechas para su alimentación, de modo que sus ingresos -adecuados en condiciones favorables- rara vez eran suficientes como para permitirles reunir una fortuna. Cuando las cosechas se perdían, lo usual era que se vieran en grandes aprietos. En el mejor de los casos esto significaba que debían trabajar como jornaleros; y si la situación empeoraba se veían obligados a venderse como esclavos. De manera que una gran parte de la población de la Palestina del primer siglo apenas si podía satisfacer sus necesidades básicas.

Un grupo mucho más pequeño de agricultores podía adquirir suficiente tierra como para producir algo más de lo requerido para atender sus necesidades, con lo cual ganaban vendiendo ese excedente a los que no eran agricultores. Esto los colocaba en una posición ventajosa en la agricultura, pues disponían de dinero y de un excedente de semillas para prestar a los agricultores más pobres, y producían lo mercados de comestibles. También había unas pocas propiedades grandes, mayormente en posesión de aristócratas y administradas por mayordomos (cf. Lucas 16: 1).

Junto a esos propietarios, había varias clases de agricultores que trabajaban por contrato: arrendatarios, inquilinos y jornaleros (cf. Mateo 20: 1).

Finalmente, en el escalón económico más bajo estaban los esclavos, que ni eran tan numerosos ni eran tratados tan mal en Palestina como lo eran entre los romanos. Los esclavos de sangre judía eran siervos contratados; es decir, servían durante un lapso fijo de seis años. Sin embargo, los esclavos gentiles se hallaban en otra categoría: eran bienes que pertenecían completamente a sus amos. Por lo general no eran tan bien tratados por sus amos judíos como los esclavos hebreos.

Además de los agricultores, una gran parte de la población se dedicaba a la artesanía. El ideal judío era que cada hombre -no importa cuán encumbrada fuera su posición- debía enseñar un oficio a su hijo. Por la historia sabemos que destacados rabinos de la antigüedad fueron leñadores, zapateros, panaderos, y uno de ellos fue cavador de pozos. Los escritos judíos mencionan unas 40 clases diferentes de artesanos que existían en Palestina durante este período; entre ellos había sastres, constructores, molineros, curtidores, carniceros, lecheros, barberos, lavanderos, joyeros, tejedores, alfareros, toneleros, vidrieros, copistas y pintores. También había pescadores, boticarios, médicos, apicultores, avicultores y pastores. Muchos artesanos no sólo manufacturaban sus productos sino también los vendían directamente; otros se valían de intermediarios.

El comercio era activo no sólo en productos domésticos sino también en artículos importados de otras partes. En realidad, quizá la mitad del comercio de Palestina se hacía con productos extranjeros. Barcos judíos con tripulación judía transportaban una buena parte de las mercaderías de ese comercio. Las actividades comerciales se facilitaban mediante un sistema bancario regular que hacía posible que los comerciantes giraran en cheques manuscritos a cargo de cuentas en ciudades tan distantes como Alejandría o Roma.

Por supuesto, la mayor parte del comercio se efectuaba mediante permutas o con pagos directos al contado. Dos sistemas monetarios eran habituales en Palestina: uno, el romano; y el otro, el griego. Algunas de esas monedas -especialmente los denarios- eran acuñadas por el gobierno romano; otras- como el leptón- eran acuñadas por las autoridades judías. Los procuradores también acuñaban monedas que circulaban en Palestina. La unidad mayor de todas -el talento- no era una moneda, sino una unidad importante, de depósito.

15.01. La vida diaria en Palestina - Vida hogareña

La vida hogareña en Palestina en muchos sentidos era similar a la que hoy existe en las zonas rurales más apartadas del Medio Oriente. Las casas de los campesinos estaban construidas de ladrillos de barro cocido, con piso de tierra apisonada y un techo plano de palos y cañas o ramas que se revocaban con barro.

El interior de la casa estaba frecuentemente dividido en dos partes, en una de las cuales el piso estaba levantado unos 30 cm o más por encima de la otra. Las mujeres hacían su trabajo en el nivel más alto, y la familia dormía quizá en una cama tendida sobre el piso. En el nivel inferior podían permanecer los animales cuando era necesario que estuvieran al abrigo. Allí podían jugar los niños y probablemente se hacían también algunos trabajos. Con frecuencia había una escalera en la casa que llevaba hasta el techo, y allí la familia podía dormir en el verano.

Por lo general tales casas tenían una abertura que daba a un patio, y frecuentemente se construían juntas varias casas, comunicadas en tal forma que constituían una unidad con un patio común en el centro. Cuando el tiempo era bueno, muchas actividades domésticas se realizaban en este lugar. Ese tipo de edificaciones a menudo eran muy dañadas -y hasta podían ser completamente destruidas- por las lluvias y las inundaciones.

Por supuesto, quienes estaban en una mejor posición, construían casas más sólidas y más cómodas. Eran más grandes y algunas veces tenían dos pisos. Generalmente las habitaciones rodeaban un patio central. Las mejores casas estaban construidas de piedras escuadradas.

En comparación con lo que se acostumbra hoy día, el mobiliario era sencillo aun en los hogares de los más pudientes. La gente por lo general se sentaba sobre esteras en el piso, y en sus habitaciones comúnmente había apenas un baúl o dos, una cama que se desplegaba en el piso y algunas mesitas. El alumbrado nocturno consistía en lamparitas de aceite hechas de arcilla. El fuego era de leña o de carbón de leña, en un hoyo en el piso de tierra en las casas más pobres, o en un brasero en las casas de los más acomodados.

El nivel social de las mujeres entre los judíos era relativamente más elevado que el de las mujeres de los otros países de la zona, pero no se comparaba con el de las de Roma. Disfrutaban de una posición de respeto e influencia que trascendía sus derechos legales. El relato de Ester y el de Judit describen mujeres que salvaron a su pueblo.

Los contratos matrimoniales de los judíos parece que ya en ese tiempo protegían la propiedad de las mujeres, y por una escritura de venta descubierta hace algunos años se ha podido deducir que las mujeres tenían ciertos derechos legales sobre las propiedades de sus esposos. Esa escritura, fechada "en el año 3 de la libertad de Israel" (134 d. C.), registra la venta de una casa por un tal Jadar hijo de Judá. Al final de la escritura se lee: "Además yo, Shalom hija de Simeón la e[sposa del] ya mencionado Jadar, no puedo levantar objeciones a la venta de la casa mencionada ["Para siemp]re... para siempre" (S. Abramson y H. L. Ginsberg, "On the Aramic Deed of Sale of the Third Year of the Second Jewish Revolt", Bulletin of the American Schools of Oriental Research, N.º 136 [diciembre, 1954], p. 19).

La vestidura de los palestinos era holgada y relativamente sencilla. La prenda básica de hombres y mujeres era una túnica, χιτων [chiton] (Mateo 5: 40; 10: 10), que, por lo menos en el caso de los hombres, podía ser larga o corta. Indudablemente los trabajadores a veces sólo llevaban un taparrabo. Otro estilo de esta ropa interior era el de una tela sencillamente enrollada alrededor del cuerpo, con una de sus extremidades doblada por encima del hombro. A menudo se usaba, aunque no siempre, un cinto de tela o de cuero.

Eran comunes varios tipos de tocados, que incluían sombreros tanto de paja como de fieltro; pero parece que lo más usual entre los judíos era cubrirse la cabeza con una manta (mantilla) muy parecida al chal para orar que todavía se ve en las sinagogas.

Los varones judíos usaban una prenda con flecos (tsitsith) en cada esquina (Números 15: 37-40); en tiempos del NT estos flecos se mostraban en forma conspicua (cf. Mateo 9: 20; 23: 5). En épocas posteriores se los ocultó bajo la ropa.

El tipo más común de calzado eran las sandalias; también se conocían los zapatos de cuero.

La prenda de vestir más importante era el ιματιον [himation] ("manto", Mateo 9: 21; "capa", Marcos 13: 16; "vestidura" Hebreos 1:11), que era una larga capa sin mangas o un sobretodo. Esta última forma era por lo general el distintivo de los funcionarios y sacerdotes, quienes con frecuencia usaban un manto amplio con mangas largas (cf. Mateo 23: 5).

La vestidura de las mujeres se asemejaba mucho a la de los hombres, con la excepción que la de aquéllas sin duda tenia más colores y su tocado consistía de un velo sostenido con una cinta alrededor de la cabeza. Con frecuencia se adornaban con sartas de monedas y también usaban aros (aretes) en las orejas y en la nariz.

Los hombres romanos por lo general usaban el cabello corto y se afeitaban el rostro; pero parece que los judíos de Palestina por lo general usaban el cabello largo y se dejaban crecer la barba.

14.06. Decápolis

En medio de los dominios de Herodes había una extensa zona autónoma dominada por una unión de ciudades de habla griega.

Originalmente esas ciudades fueron diez, por lo que se dio el nombre de Decápolis -"diez ciudades"- a ese distrito.

El distrito de Decápolis comenzaba con el extremo oriental del valle de Esdraelón, y se extendía a través del Jordán incluyendo una amplia zona al norte y este de Perea, que iba desde el río Yarmuk hacia el sur, hasta Filadelfia.

En la antigüedad esa zona había sido ocupada por la tribu de Manasés.

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