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19.08 - Felix

Antonio Félix reemplazó a Cumano como procurador de Judea. Félix era liberto y hermano de Palas, ministro del emperador Claudio. Félix quizá ya había sido gobernador de parte de Samaria; pero si así fue, su experiencia parece haber sido insuficiente para desempeñar las responsabilidades mayores que ahora le correspondían. Tácito, historiador romano, dice que "practicaba toda suerte de crueldades y albergaba toda codicia, y ejercía el poder de un rey con todos los instintos de un esclavo" (Historias v. 9). Félix parecía ser completamente incapaz de entender el temperamento del pueblo judío, y le faltaba el deseo de mejorar las condiciones que afligían a los judíos hasta la desesperación. Se casó con Drusila¹ (Hechos 24:24), hija de Agripa I.

Los zelotes, cuya influencia había aumentado durante los últimos años, ahora aumentaron mucho en número; y los fariseos aunque eran judíos patriotas contemplaban con temor los extremos a los que llegaban los zelotes. Para agravar las cosas, surgió en ese tiempo una organización llamada los "sicarios" o "acuchilladores", grupo que tomó la inflexible determinación de que nadie, sino judíos, quedaran en Judea; y se propusieron alcanzar esa meta a cualquier precio para ellos o para su país. Para lograrlo recurrían a la intimidación, al saqueo y el asesinato si era necesario, contra cualquiera que mostrara la más leve simpatía por los romanos. Incendiaban aldeas, saqueaban casas y mataban despiadadamente a la gente por todos los distritos.

Un hombre sabio quizás habría sido capaz de restaurar la paz, pero Félix no era ese hombre.  Parecía ser completamente incapaz de ganarse en forma alguna la estimación de los judíos, y particularmente la de esos patriotas fanáticos. La severidad de las medidas que tomaba sólo agravaba la situación. Como reacción surgieron caudillos violentos y falsos profetas que atrajeron a la gente con varias promesas, introduciéndole a tumultos que sólo les causó su propia muerte y una intensa irritación de parte de los romanos.

Las autoridades judías debidamente constituidas poco hicieron para remediar esa situación.  Los escribas estaban preocupados por la teología y la mayoría de los sacerdotes por obtener toda la ganancia material posible del templo.  La camarilla sacerdotal dominante codiciaba tanto los diezmos, que se dice que algunos de los sacerdotes que no eran de ese grupo murieron de hambre.  Los conservadores, que temían la audacia de los zelotes y sus consecuencias, poco podían hacer para aquietar la tormenta.  Las masas populares eran como ovejas sin pastor.  Todo esto gradualmente indujo a una gran preocupación por la Torah y a un deseo fanático de observar los más pequeños detalles de la ley.

Durante ese tiempo fue cuando Pablo hizo sus grandes viajes misioneros, y una turba fanática -semejante a los grupos con los cuales se enfrentó Félix repetidas veces- fue la que atacó al apóstol mientras estaba en el templo de Jerusalén.  Ese tumulto se levantó cuando ciertos judíos procedentes de Asia Menor acusaron falsamente a Pablo de haber profanado el templo introduciendo a un gentil.  Pablo fue presentado ante Félix como un revolucionario, pero no habló de insurrección sino de "la justicia, del dominio propio y del juicio venidero".  No es de extrañarse que Félix, más aún que asombrarse, se espantara (Hechos 24:25).

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¹ Drusila, la segunda esposa de Félix. Era hija de Herodes Agripa I, el cual era nieto de Herodes el Grande y de Mariamna, de la antigua casa real judía de los asmoneos.  Por lo tanto, Herodes Agripa II era hermano de ella, y Berenice, su hermana. Drusila había abandonado a su primer esposo, el rey Aziz de Emesa, prosélito del judaísmo, para casarse con Félix (Josefo, Antigüedades xx. 7. 1-2). En ese momento tendría unos 22 años de edad. Tenía seis años cuando su padre mandó matar a Jacobo (Hechos 12:1, 2), y pudo haber sabido de aquel trágico acontecimiento.  Posiblemente también había oído de la liberación de Pedro de la prisión (vers. 3-19) y, sin duda, de la horrible muerte de su padre (vers. 21-23).

18.01. Sucesores de Herodes - Arquelao

Arquelao convocó al pueblo de Jerusalén cuando murió su padre. Sentado en lo alto de un trono de oro en el recinto del templo, se dirigió al pueblo con bellas palabras y promesas. La gente reaccionó presentando muchos pedidos, demandando la libertad de los presos, el perdón de los castigos de los que estaban acusados de delitos políticos, y la reducción de los impuestos. Era el tiempo de la pascua, y la ciudad estaba llena.

Como temía que estallara una rebelión, una compañía de soldados entró en el atrio del templo para mantener el orden; los soldados encontraron resistencia, y cuando llego un destacamento mayor se produjo una lucha en la cual murieron más de tres mil judíos. Entonces Sabino, administrador de Siria, aprovecho la presencia de los soldados romanos, e hizo que lo protegieran mientras robaba el tesoro.

Esto provocó una revuelta por toda Galilea y Judea. Por supuesto, esos levantamientos contra los romanos estaban condenados al fracaso. Varo, gobernador de Siria, llegó a Palestina con fuerzas suficientes, sofocó la revolución y crucificó a los dos mil de los infortunados judíos rebeldes.

Entre tanto Arquelao, Antipas y Felipe se habían marchado de Palestina para hacer efectivas sus ambiciones al territorio de su padre. Al mismo tiempo apareció también en Roma una delegación de judíos para rogarle a Augusto que los pusiera directamente bajo un gobernador romano y no bajo los hijos de Herodes. Pero Augusto aprobó las cláusulas del testamento de Herodes, con la excepción de que rehusó que Arquelao tuviera un título superior a la del etnarca. De esa manera los hijos de Herodes se posesionaron de la administración del reino de su padre.

Arquelao heredó el carácter de su padre, pero no su capacidad. El pueblo se quejaba, con razón, de que su reinado era bárbaro y tiránico, y en 6 d. C; Augusto lo desterró a Vienne, en las Galias. Judea y Samaria fueron anexadas a Siria y quedaron bajo el gobierno de un procurador romano, que era responsable ante el emperador através del gobernador de Siria.

Este arreglo continuó hasta que Herodes Agripa I, nieto de Herodes el Grande y de su esposa asmonea Mariamna, llegó a ser rey de Judea en 41 d. C. por orden del emperador Calígula.

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