15.02. La vida diaria en Palestina - Vida económica

La agricultura era básica para la vida en Palestina. La población consistía principalmente de agricultores, dueños de pequeñas propiedades. A esta clase de personas se refirió Jesús cuando habló del "padre de familia"

"El les dijo: Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas" (Mateo 13: 52).

"Pero sabed esto, que si supiese el padre de familia a qué hora el ladrón había de venir, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa" (Lucas 12: 39).

Aunque a veces pudieran contratar empleados, los agricultores, junto con sus mujeres e hijos, hacían la mayor parte de su trabajo arando, sembrando y cosechando. Dependían en gran medida de sus propias cosechas para su alimentación, de modo que sus ingresos -adecuados en condiciones favorables- rara vez eran suficientes como para permitirles reunir una fortuna. Cuando las cosechas se perdían, lo usual era que se vieran en grandes aprietos. En el mejor de los casos esto significaba que debían trabajar como jornaleros; y si la situación empeoraba se veían obligados a venderse como esclavos. De manera que una gran parte de la población de la Palestina del primer siglo apenas si podía satisfacer sus necesidades básicas.

Un grupo mucho más pequeño de agricultores podía adquirir suficiente tierra como para producir algo más de lo requerido para atender sus necesidades, con lo cual ganaban vendiendo ese excedente a los que no eran agricultores. Esto los colocaba en una posición ventajosa en la agricultura, pues disponían de dinero y de un excedente de semillas para prestar a los agricultores más pobres, y producían lo mercados de comestibles. También había unas pocas propiedades grandes, mayormente en posesión de aristócratas y administradas por mayordomos (cf. Lucas 16: 1).

Junto a esos propietarios, había varias clases de agricultores que trabajaban por contrato: arrendatarios, inquilinos y jornaleros (cf. Mateo 20: 1).

Finalmente, en el escalón económico más bajo estaban los esclavos, que ni eran tan numerosos ni eran tratados tan mal en Palestina como lo eran entre los romanos. Los esclavos de sangre judía eran siervos contratados; es decir, servían durante un lapso fijo de seis años. Sin embargo, los esclavos gentiles se hallaban en otra categoría: eran bienes que pertenecían completamente a sus amos. Por lo general no eran tan bien tratados por sus amos judíos como los esclavos hebreos.

Además de los agricultores, una gran parte de la población se dedicaba a la artesanía. El ideal judío era que cada hombre -no importa cuán encumbrada fuera su posición- debía enseñar un oficio a su hijo. Por la historia sabemos que destacados rabinos de la antigüedad fueron leñadores, zapateros, panaderos, y uno de ellos fue cavador de pozos. Los escritos judíos mencionan unas 40 clases diferentes de artesanos que existían en Palestina durante este período; entre ellos había sastres, constructores, molineros, curtidores, carniceros, lecheros, barberos, lavanderos, joyeros, tejedores, alfareros, toneleros, vidrieros, copistas y pintores. También había pescadores, boticarios, médicos, apicultores, avicultores y pastores. Muchos artesanos no sólo manufacturaban sus productos sino también los vendían directamente; otros se valían de intermediarios.

El comercio era activo no sólo en productos domésticos sino también en artículos importados de otras partes. En realidad, quizá la mitad del comercio de Palestina se hacía con productos extranjeros. Barcos judíos con tripulación judía transportaban una buena parte de las mercaderías de ese comercio. Las actividades comerciales se facilitaban mediante un sistema bancario regular que hacía posible que los comerciantes giraran en cheques manuscritos a cargo de cuentas en ciudades tan distantes como Alejandría o Roma.

Por supuesto, la mayor parte del comercio se efectuaba mediante permutas o con pagos directos al contado. Dos sistemas monetarios eran habituales en Palestina: uno, el romano; y el otro, el griego. Algunas de esas monedas -especialmente los denarios- eran acuñadas por el gobierno romano; otras- como el leptón- eran acuñadas por las autoridades judías. Los procuradores también acuñaban monedas que circulaban en Palestina. La unidad mayor de todas -el talento- no era una moneda, sino una unidad importante, de depósito.

15.01. La vida diaria en Palestina - Vida hogareña

La vida hogareña en Palestina en muchos sentidos era similar a la que hoy existe en las zonas rurales más apartadas del Medio Oriente. Las casas de los campesinos estaban construidas de ladrillos de barro cocido, con piso de tierra apisonada y un techo plano de palos y cañas o ramas que se revocaban con barro.

El interior de la casa estaba frecuentemente dividido en dos partes, en una de las cuales el piso estaba levantado unos 30 cm o más por encima de la otra. Las mujeres hacían su trabajo en el nivel más alto, y la familia dormía quizá en una cama tendida sobre el piso. En el nivel inferior podían permanecer los animales cuando era necesario que estuvieran al abrigo. Allí podían jugar los niños y probablemente se hacían también algunos trabajos. Con frecuencia había una escalera en la casa que llevaba hasta el techo, y allí la familia podía dormir en el verano.

Por lo general tales casas tenían una abertura que daba a un patio, y frecuentemente se construían juntas varias casas, comunicadas en tal forma que constituían una unidad con un patio común en el centro. Cuando el tiempo era bueno, muchas actividades domésticas se realizaban en este lugar. Ese tipo de edificaciones a menudo eran muy dañadas -y hasta podían ser completamente destruidas- por las lluvias y las inundaciones.

Por supuesto, quienes estaban en una mejor posición, construían casas más sólidas y más cómodas. Eran más grandes y algunas veces tenían dos pisos. Generalmente las habitaciones rodeaban un patio central. Las mejores casas estaban construidas de piedras escuadradas.

En comparación con lo que se acostumbra hoy día, el mobiliario era sencillo aun en los hogares de los más pudientes. La gente por lo general se sentaba sobre esteras en el piso, y en sus habitaciones comúnmente había apenas un baúl o dos, una cama que se desplegaba en el piso y algunas mesitas. El alumbrado nocturno consistía en lamparitas de aceite hechas de arcilla. El fuego era de leña o de carbón de leña, en un hoyo en el piso de tierra en las casas más pobres, o en un brasero en las casas de los más acomodados.

El nivel social de las mujeres entre los judíos era relativamente más elevado que el de las mujeres de los otros países de la zona, pero no se comparaba con el de las de Roma. Disfrutaban de una posición de respeto e influencia que trascendía sus derechos legales. El relato de Ester y el de Judit describen mujeres que salvaron a su pueblo.

Los contratos matrimoniales de los judíos parece que ya en ese tiempo protegían la propiedad de las mujeres, y por una escritura de venta descubierta hace algunos años se ha podido deducir que las mujeres tenían ciertos derechos legales sobre las propiedades de sus esposos. Esa escritura, fechada "en el año 3 de la libertad de Israel" (134 d. C.), registra la venta de una casa por un tal Jadar hijo de Judá. Al final de la escritura se lee: "Además yo, Shalom hija de Simeón la e[sposa del] ya mencionado Jadar, no puedo levantar objeciones a la venta de la casa mencionada ["Para siemp]re... para siempre" (S. Abramson y H. L. Ginsberg, "On the Aramic Deed of Sale of the Third Year of the Second Jewish Revolt", Bulletin of the American Schools of Oriental Research, N.º 136 [diciembre, 1954], p. 19).

La vestidura de los palestinos era holgada y relativamente sencilla. La prenda básica de hombres y mujeres era una túnica, χιτων [chiton] (Mateo 5: 40; 10: 10), que, por lo menos en el caso de los hombres, podía ser larga o corta. Indudablemente los trabajadores a veces sólo llevaban un taparrabo. Otro estilo de esta ropa interior era el de una tela sencillamente enrollada alrededor del cuerpo, con una de sus extremidades doblada por encima del hombro. A menudo se usaba, aunque no siempre, un cinto de tela o de cuero.

Eran comunes varios tipos de tocados, que incluían sombreros tanto de paja como de fieltro; pero parece que lo más usual entre los judíos era cubrirse la cabeza con una manta (mantilla) muy parecida al chal para orar que todavía se ve en las sinagogas.

Los varones judíos usaban una prenda con flecos (tsitsith) en cada esquina (Números 15: 37-40); en tiempos del NT estos flecos se mostraban en forma conspicua (cf. Mateo 9: 20; 23: 5). En épocas posteriores se los ocultó bajo la ropa.

El tipo más común de calzado eran las sandalias; también se conocían los zapatos de cuero.

La prenda de vestir más importante era el ιματιον [himation] ("manto", Mateo 9: 21; "capa", Marcos 13: 16; "vestidura" Hebreos 1:11), que era una larga capa sin mangas o un sobretodo. Esta última forma era por lo general el distintivo de los funcionarios y sacerdotes, quienes con frecuencia usaban un manto amplio con mangas largas (cf. Mateo 23: 5).

La vestidura de las mujeres se asemejaba mucho a la de los hombres, con la excepción que la de aquéllas sin duda tenia más colores y su tocado consistía de un velo sostenido con una cinta alrededor de la cabeza. Con frecuencia se adornaban con sartas de monedas y también usaban aros (aretes) en las orejas y en la nariz.

Los hombres romanos por lo general usaban el cabello corto y se afeitaban el rostro; pero parece que los judíos de Palestina por lo general usaban el cabello largo y se dejaban crecer la barba.

14.06. Decápolis

En medio de los dominios de Herodes había una extensa zona autónoma dominada por una unión de ciudades de habla griega.

Originalmente esas ciudades fueron diez, por lo que se dio el nombre de Decápolis -"diez ciudades"- a ese distrito.

El distrito de Decápolis comenzaba con el extremo oriental del valle de Esdraelón, y se extendía a través del Jordán incluyendo una amplia zona al norte y este de Perea, que iba desde el río Yarmuk hacia el sur, hasta Filadelfia.

En la antigüedad esa zona había sido ocupada por la tribu de Manasés.

14.05. Otras zonas gobernadas por Herodes

Al norte y al este del mar de Galilea había un extenso territorio también gobernado por la familia herodiana. En la parte occidental de esa zona, en la orilla oriental del mar de Galilea, estaba el distrito de Gaulanítide, que incluía las ciudades de Betsaida Julias y Gergesa.

Más al norte, al este de la Galilea del norte, estaba la ciudad de Paneas (Cesarea de Filipo).

Esos territorios nororientales se extendían hacia el norte hasta el monte Hermón, y al este hasta las proximidades de Damasco.

14.04. Perea

Perea estaba al este del río Jordán, frente a Samaria y al norte de Judea, y comprendía la antigua tierra de Rubén y Gad.

Entre sus características naturales se destacaban el monte Nebo y el arroyo Jaboc.

En la antigüedad esa zona había sido una tierra de pastoreo, y aún en tiempos de Cristo seguía alimentando rebaños de vacunos y ovinos.

14.03. Galilea

Galilea estaba al norte de Samaria. Su límite norte era el río Litani y las estribaciones meridionales del monte Hermón; al este, el mar de Galilea y el río Jordán, y por el oeste estaba separada del mar Mediterráneo por la angosta faja costera de la antigua Fenicia, con sus ciudades de Jafa, Acre (Tolemaida), Tiro, Sarepta y Sidón.

Galilea incluía ciudades tales como Gichala, Corazín, Capernaúm, Nazaret y Jezreel. Comprendía el territorio de las antiguas tribus de Isacar, Zabulón, Neftalí, Aser y la sección norte de Dan.

Galilea era fértil; sus habitantes, industriosos, independientes y valientes.

Debido a la presencia de una población de habla griega en medio de ellos, los galileos descendientes de israelitas eran muy celosos en retener su judaísmo.

Esta fue la tierra de la niñez y juventud de Cristo, y la provincia de la cual él tomó a la mayor parte de sus discípulos.

14.02. Samaria

Samaria estaba al norte de Judea, en el territorio donde se establecieron las tribus de Efraín, Manasés occidental y parte de Benjamín. Limitaba al norte con la planicie de Esdraelón y el monte Gilboa. En su centro estaban los montes Gerizim y Ebal, a cuyo pie estaba la antigua ciudad de Siquem (cerca de la actual Nablús), próxima al pozo de Jacob.

La ciudad de Samaria, por mucho tiempo la capital del reino del norte de Israel, estaba a unos pocos kilómetros más hacia el norte. Samaria era un país de colinas y fértiles valles. La enemistad entre judíos y samaritanos se originó cuando se separaron los reinos del norte y del sur, separación que duró desde la secesión en los días de Jeroboan I, en el año 931 a. C., hasta el cautiverio de las tribus del norte en 723/ 722 a. C.

Los asirios deportaron a muchos de los israelitas y los reemplazaron con habitantes que eran una mezcla de pueblos paganos de otras provincias que habían conquistado (2 Reyes 17: 24). Esos pueblos trajeron consigo sus dioses paganos; pero cuando sobrevino un desastre a esos nuevos colonos, los asirios -movidos por su superstición- enviaron a Samaria a un sacerdote israelita para que les hiciera conocer al Dios del país. La mezcla de los israelitas que permanecieron en el país con los inmigrantes paganos produjo una religión mixta, que era en parte un culto a Jehová y en parte un ritual pagano.

Cuando los judíos regresaron de Babilonia a Judea, esta mezcolanza religiosa se convirtió en una razón muy poderosa para su odio contra los samaritanos. Casi inmediatamente hubo fricciones entre los dos pueblos. Los samaritanos pusieron estorbos para la reedificación de las ciudades judías, y cuando hicieron propuestas de alianza, los judíos las rechazaron terminantemente.

Los samaritanos establecieron su propio templo en el monte Gerizim como rival al de Jerusalén. Esta enemistad nunca mejoró. Durante las luchas de los macabeos, los samaritanos cooperaron con Antíoco Epífanes. Entre los dos pueblos no había trato social de ninguna clase (Nehemías 2 a 6; Juan 4: 9).

14.01. Judea

Judea ocupaba la región sur de Palestina, al oeste del mar Muerto. Incluía los territorios ocupados antes por las tribus hebreas de Judá, Benjamín y Simeón, y se extendía por la mayor parte de la antigua región de Filistea junto al mar Mediterráneo. Su frontera norte corría hacia el este desde Jope hasta el Jordán, y su frontera sur seguía una línea que comenzaba muy cerca del sur de Gaza y pasaba por Beerseba hasta el mar Muerto. Incluía las ciudades de Jope, Jamnia, Gaza, Belén, Jericó y Hebrón, y la capital era Jerusalén.

Judea comprendía principalmente una meseta montañosa, o una larga serranía que corre de norte a sur, levantándose abruptamente desde una angosta planicie costera y que en varios lugares llega a una altura de más de 1.000 m. El declive oriental es muy rápido hasta el valle del Jordán y el mar Muerto, cuya superficie está a unos 400 m bajo el nivel del mar.

La Judea del tiempo de Herodes medía unos 90 km de norte a sur y más o menos lo mismo de este a oeste. Sus cerros y valles se prestaban para la agricultura, el pastoreo de ovejas y el cultivo de vides en pequeña escala.

14.00. Divisiones políticas - Introducción

La región dada por los romanos a Herodes el Grande y a sus descendientes, comprendía una cantidad de zonas que tenían costumbres diferentes y diversos dialectos. Esas diferencias se habían producido a través de un proceso histórico.

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