Antonio
Félix reemplazó a Cumano como procurador de Judea. Félix era liberto y hermano
de Palas, ministro del emperador Claudio. Félix quizá ya había sido gobernador
de parte de Samaria; pero si así fue, su experiencia parece haber sido
insuficiente para desempeñar las responsabilidades mayores que ahora le correspondían.
Tácito, historiador romano, dice que "practicaba toda suerte de crueldades
y albergaba toda codicia, y ejercía el poder de un rey con todos los instintos
de un esclavo" (Historias v. 9).
Félix parecía ser completamente incapaz de entender el temperamento del pueblo
judío, y le faltaba el deseo de mejorar las condiciones que afligían a los
judíos hasta la desesperación. Se casó con Drusila¹ (Hechos 24:24), hija de
Agripa I.
Los
zelotes, cuya influencia había aumentado durante los últimos años, ahora aumentaron
mucho en número; y los fariseos aunque eran judíos patriotas contemplaban con
temor los extremos a los que llegaban los zelotes. Para agravar las cosas,
surgió en ese tiempo una organización llamada los "sicarios" o
"acuchilladores", grupo que tomó la inflexible determinación de que
nadie, sino judíos, quedaran en Judea; y se propusieron alcanzar esa meta a
cualquier precio para ellos o para su país. Para lograrlo recurrían a la
intimidación, al saqueo y el asesinato si era necesario, contra cualquiera que
mostrara la más leve simpatía por los romanos. Incendiaban aldeas, saqueaban
casas y mataban despiadadamente a la gente por todos los distritos.
Un
hombre sabio quizás habría sido capaz de restaurar la paz, pero Félix no era ese
hombre. Parecía ser completamente
incapaz de ganarse en forma alguna la estimación de los judíos, y
particularmente la de esos patriotas fanáticos. La severidad de las medidas que
tomaba sólo agravaba la situación. Como reacción surgieron caudillos violentos
y falsos profetas que atrajeron a la gente con varias promesas, introduciéndole
a tumultos que sólo les causó su propia muerte y una intensa irritación de
parte de los romanos.
Las
autoridades judías debidamente constituidas poco hicieron para remediar esa situación. Los escribas estaban preocupados por la
teología y la mayoría de los sacerdotes por obtener toda la ganancia material
posible del templo. La camarilla
sacerdotal dominante codiciaba tanto los diezmos, que se dice que algunos de
los sacerdotes que no eran de ese grupo murieron de hambre. Los conservadores, que temían la audacia de
los zelotes y sus consecuencias, poco podían hacer para aquietar la
tormenta. Las masas populares eran como
ovejas sin pastor. Todo esto
gradualmente indujo a una gran preocupación por la Torah y a un deseo fanático
de observar los más pequeños detalles de la ley.
Durante
ese tiempo fue cuando Pablo hizo sus grandes viajes misioneros, y una turba
fanática -semejante a los grupos con los cuales se enfrentó Félix repetidas
veces- fue la que atacó al apóstol mientras estaba en el templo de Jerusalén. Ese tumulto se levantó cuando ciertos judíos
procedentes de Asia Menor acusaron falsamente a Pablo de haber profanado el
templo introduciendo a un gentil. Pablo
fue presentado ante Félix como un revolucionario, pero no habló de insurrección
sino de "la justicia, del dominio propio y del juicio venidero". No es de extrañarse que Félix, más aún que
asombrarse, se espantara (Hechos 24:25).
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¹ Drusila, la segunda esposa de
Félix. Era
hija de Herodes Agripa I, el cual era nieto de Herodes el Grande y de Mariamna,
de la antigua casa real judía de los asmoneos.
Por lo tanto, Herodes Agripa II era hermano de ella, y Berenice, su
hermana. Drusila había abandonado a su primer esposo, el rey Aziz de Emesa,
prosélito del judaísmo, para casarse con Félix (Josefo, Antigüedades xx. 7. 1-2). En ese momento tendría unos 22 años de
edad. Tenía seis años cuando su padre mandó matar a Jacobo (Hechos 12:1, 2), y
pudo haber sabido de aquel trágico acontecimiento. Posiblemente también había oído de la
liberación de Pedro de la prisión (vers. 3-19) y, sin duda, de la horrible
muerte de su padre (vers. 21-23).